Le mordió el perro y no se supo bien quién gruñía más alto. A veces es mejor no escuchar.
Probablemente nadie preguntó por él, por eso no dejó ninguna nota. Lara solía dejar post-it por todas partes y él no dejaba de repetirle que no lo hiciera, que los post-it ya están pasados de moda. Pero aún así llenaba la casa con corazones, tiras, flechas, cuadraditos de colores chillones con palabras inconexas y sin sentido.
El amor es así, se dijo, una suma de figuras de colores, de palabras que van y vienen, que nunca tienen un sentido completo. Es muy triste acabar de esta manera. Sin embargo, más triste es continuar viviendo una mentira.
Todos los domingos salía a correr por el parque, pero hoy no es domingo. Todos los lunes solía ver el programa de la 2, pero ya no tiene tele. La barriga flácida, el culo caído. Maldita juventud... perdida. Comprende que los días tienen 24 horas, lo que no le cuadra es que cada año se atrase el reloj más tarde. ¿Tendrá que ver con el Calentamiento Global? ¿O será una treta para alargar el verano y que la gente salga más y, en consecuencia, gaste más? Este tipo de preguntas sólo le vienen a la cabeza cuando está de resaca. Cuando va borracho no piensa y si lo hace da igual, porque al día siguiente nunca se acuerda.
Es como follar encima de la lavadora. El movimiento mola, pero el sonido le saca de quicio y a veces no se puede concentrar. Lara solía sonreírle cada vez que hacía la colada: me pone cachonda verte doblar calcetines- le decía. Y los dos se reían como locos. Ahora ya no se ríen, pero sí van como locos. De hecho, cree que perdió la cabeza hace mucho tiempo. Cuando el trabajo se acabó y sólo pudo dedicarse a leer el periódico cada mañana. Al principio leía las ofertas de trabajo, se interesaba por encontrar otro empleo. Después sólo leía las esquelas y a veces, los anuncios de contactos. Piensa que ese tipo de anuncios son poesía y que detrás de todos ellos se esconde una sola persona. Una persona sola, muy sola.
La putada es que le dolía. Le dolía el mordisco, le dolía la garganta de tanto gritar al maldito chucho y le dolía el alma, si es que eso existe.
Probablemente nadie preguntó por él, por eso no dejó ninguna nota. Lara solía dejar post-it por todas partes y él no dejaba de repetirle que no lo hiciera, que los post-it ya están pasados de moda. Pero aún así llenaba la casa con corazones, tiras, flechas, cuadraditos de colores chillones con palabras inconexas y sin sentido.
El amor es así, se dijo, una suma de figuras de colores, de palabras que van y vienen, que nunca tienen un sentido completo. Es muy triste acabar de esta manera. Sin embargo, más triste es continuar viviendo una mentira.
Todos los domingos salía a correr por el parque, pero hoy no es domingo. Todos los lunes solía ver el programa de la 2, pero ya no tiene tele. La barriga flácida, el culo caído. Maldita juventud... perdida. Comprende que los días tienen 24 horas, lo que no le cuadra es que cada año se atrase el reloj más tarde. ¿Tendrá que ver con el Calentamiento Global? ¿O será una treta para alargar el verano y que la gente salga más y, en consecuencia, gaste más? Este tipo de preguntas sólo le vienen a la cabeza cuando está de resaca. Cuando va borracho no piensa y si lo hace da igual, porque al día siguiente nunca se acuerda.
Es como follar encima de la lavadora. El movimiento mola, pero el sonido le saca de quicio y a veces no se puede concentrar. Lara solía sonreírle cada vez que hacía la colada: me pone cachonda verte doblar calcetines- le decía. Y los dos se reían como locos. Ahora ya no se ríen, pero sí van como locos. De hecho, cree que perdió la cabeza hace mucho tiempo. Cuando el trabajo se acabó y sólo pudo dedicarse a leer el periódico cada mañana. Al principio leía las ofertas de trabajo, se interesaba por encontrar otro empleo. Después sólo leía las esquelas y a veces, los anuncios de contactos. Piensa que ese tipo de anuncios son poesía y que detrás de todos ellos se esconde una sola persona. Una persona sola, muy sola.
La putada es que le dolía. Le dolía el mordisco, le dolía la garganta de tanto gritar al maldito chucho y le dolía el alma, si es que eso existe.