Llovió todo el día y a pesar de eso, sigue haciendo un calor de muerte. Pensé que refrescaría y que podríamos disfrutar un poco más de la primavera, pero el verano amenaza con sus rayos y sus vendavales desérticos. Olas de calor.
A veces me da igual. Me da igual ir o venir, que me echen, que me griten, que me sonrían... aunque últimamente tengo una pequeña esperanza.
Normalmente las pequeñas esperanzas esconden detrás grandes miedos, o quizás se esconden tras ellos, aún no lo sé muy bien. El caso es que, a menudo vuelve el nudo en el estómago y no consigo distinguir el sentimiento que lo causa, pero sea lo que sea está bien, porque indica que estoy viva y eso no siempre está claro.
Hay días grises, como hoy, en los que todos los rostros están apagados y todas las palabras suenan huecas. En los que el deseo y el instinto permanecen en un duermevela que quizá termine al llegar la noche o quizá continúe hasta el día siguiente. Si sale el sol, probablemente despierten, si no...
Y entonces sólo pienso: grítame fuerte, abrázame fuerte. Sólo pienso fuerte. Pero hablo bajito y nadie me suele oír. Todo esto me pasa porque tengo ganas de escribir, tengo ganas de ver-te, de beber-te y de morder-te, aunque no entienda muy bien a mis ganas. Eso funciona solo. Como el respirar.
Y respiro profundo el olor a asfalto mojado, que con este bochorno no sienta igual de bien como cuando el frío hace temblar todo el cuerpo. Sin embargo se agradece la lluvia, los bajos de los pantalones mojados, los paraguas rotos y la música triste que al caminar, se desliza por el asfalto nota tras nota tras baldosa tras nada.
A veces me da igual. Me da igual ir o venir, que me echen, que me griten, que me sonrían... aunque últimamente tengo una pequeña esperanza.
Normalmente las pequeñas esperanzas esconden detrás grandes miedos, o quizás se esconden tras ellos, aún no lo sé muy bien. El caso es que, a menudo vuelve el nudo en el estómago y no consigo distinguir el sentimiento que lo causa, pero sea lo que sea está bien, porque indica que estoy viva y eso no siempre está claro.
Hay días grises, como hoy, en los que todos los rostros están apagados y todas las palabras suenan huecas. En los que el deseo y el instinto permanecen en un duermevela que quizá termine al llegar la noche o quizá continúe hasta el día siguiente. Si sale el sol, probablemente despierten, si no...
Y entonces sólo pienso: grítame fuerte, abrázame fuerte. Sólo pienso fuerte. Pero hablo bajito y nadie me suele oír. Todo esto me pasa porque tengo ganas de escribir, tengo ganas de ver-te, de beber-te y de morder-te, aunque no entienda muy bien a mis ganas. Eso funciona solo. Como el respirar.
Y respiro profundo el olor a asfalto mojado, que con este bochorno no sienta igual de bien como cuando el frío hace temblar todo el cuerpo. Sin embargo se agradece la lluvia, los bajos de los pantalones mojados, los paraguas rotos y la música triste que al caminar, se desliza por el asfalto nota tras nota tras baldosa tras nada.
1 comentario:
Creo que el olor a asfalto mojado es lo único que me gusta de la lluvia. Sabes que me muevo más cómodo bajo un sol aplastante; porque para mí nunca está demasiado cerca.
No tendríamos esperanzas si no tuvieramos miedos. Que es la forma optimista y reconfortante de decir que no tendrías miedos si no tuvieras esperanzas. Pensar fuerte no sé si ayuda, pero sí sé que muchas veces es tan necesario como respirar. No sé cómo seguirte la frase porque en la vida del que aquí te escribe han habido muchos más gritos que abrazos. Y tampoco me voy a quejar.
De todas formas, yo te oigo. Y, aún a riesgo de que parezca que escucho lo que quiero y no lo que es, y exponerme a otro tipo de bochorno, del que peor sienta y no se remedia con una ducha, voy a decir que te quiero seguir oyendo por bajito que hables. Aunque agradezcamos climas distintos y respiremos aires diferentes.
Los mensajes positivos no son desde luego mi especialidad, pero considéralo una prueba bienintencionada.
Un beso!
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