Aunque parezca un disparate, me atrevo a comparar a un fotógrafo con un juglar.
La cosa es simple: alguien coge una cámara y empieza a disparar; de esos disparos en los que se denota poco espacio para el azar, surgen imágenes especiales, diferentes, unas imágenes que enaltecen lo que captan y que transmiten más de lo que aparentan.
En este caso, hablo de las fotografías de un señor que consigue crear ambientes enloquecedores, sombríos y surrealistas, pero a la vez, inmensamente crudos y reales. Que coloca a la persona como una pequeña parte del paisaje, y aún así, consigue que esa persona siga siendo protagonista, que nos cuente una historia inquietante con su pose, su mirada o la ausencia de ella. Y engrandece el paisaje que le rodea consiguiendo resaltar la belleza del cielo, la tierra y lo que en ella habita.
Por esta capacidad de narrar historias, de entretenernos con colores y sombras a los que fácilmente podríamos poner una banda sonora, os presento a Jeremy Blincoe como un juglar del s.XXI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario